LA RECETA «MÁGICA» DE LAS MADALENAS

Era más que evidente que no podía ser de otra manera. La primera receta tenía que ser ésta, sí o sí. Porque, si habéis leído el apartado que habla acerca de mí, me entenderéis, y si no lo habéis leído aún… ya estáis tardando.

Venga, lo confieso, si realmente a mi la repostería no me va… pero es que algo hay que hacer con los huevos. Porque cuando tienes un padre con huerta, que piensa que sois «la tribu de los Brady» (cuando en realidad eres hija única) y además todo le parece poco… o buscas alternativas o puedes acabar con huevitis frititis. Porque es así, tal cual. Seis gallinas son pocas, mejor doce… y claro, va por temporadas. Con el frío y la lluvia ponen menos, por si desconocíais el dato (se ve que tener las patas mojadas no les pone), pero cuando están en racha… nos salen las docenas por las orejas. Y qué mejor destino para esos huevos frescos que transformarlos en manjares para dioses (para los altos, para los bajos, para los zurdos, para los diestros, para los morenos, para los rubios, para los golosos y los que no lo son tanto, para ti, para mi… para todos). Porque qué queréis que os diga, pero unas señoras madalenas con un buen Cola Cao por la mañana es mi momento favorito del día. Es algo cósmico, qué digo cósmico, ¡es orgásmico!

Bien, llegados a este punto, estoy convencida de que os estaréis mordiendo las uñas de la emoción. No os hago sufrir más. Sí, voy a compartir con vosotros toda mi sabiduría madalenil. Abrid bien las orejas (o los ojos mejor dicho) que allá vamos. Pero, antes de nada, advertiros de que voy a añadir en todas las recetas un ingrediente especial, sugerencia de la inspiración divina del último momento (¡gracias!), que puede que lo encontréis en vuestra despensa, o no, quién sabe. Pero no temáis porque lo podéis sustituir por otro que os apetezca.

Empecemos por los ingredientes. Para unas 12 madalenas vamos a necesitar:

  • 125g de huevo (2 o 3 huevos, dependiendo del tamaño)
  • 175g de azúcar
  • 60ml de leche
  • 190ml de aceite de oliva
  • 210g de harina de respostería
  • 7g de levadura química
  • canela en polvo
  • ralladura de limón
  • una pizca de sal
  • «No puedo vivir sin ti» de Coque Malla con Annie B Sweet

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Batimos bien el azúcar con los huevos. Añadimos la leche mientras seguimos batiendo y después poco a poco agregamos el aceite sin dejar de remover.

Añadimos la ralladura de limón, la pizca de sal y canela en polvo al gusto.

Y ya solo nos queda añadir la harina con la levadura, a la masa que tenemos, tamizando (me encanta esta palabra, tamizar).

Ahora pasaríamos a tapar el bol con un trapo, papel film o lo que queráis, y meterlo en la nevera para que enfríe la masa. Mínimo os recomiendo que la dejéis una hora. Máximo… 24 horas, aunque si estás leyendo ésto es porque te mueres por hacerlas y sé perfectamente que no vas a esperar tanto ¿o me equivoco?.

Cuando haya enfriado la masa ya podéis ir precalentando el horno a 250 grados. Llenáis las cápsulas unos 3/4 ( no las llenéis hasta arriba si no queréis tener volcanes en erupción en el horno. En serio, por más que las llenéis no vas a subir más… al contrario). Yo uso las cápsulas de madalena de papel de toda la vida y las meto dentro de cápsulas de silicona. Echadles un pellizquito de azúcar a cada una por encima. Les da un un toque a parte de que quedan chulísimas.

Cuando el horno haya llegado a los 250 grados bajad la temperatura a 210 y ya podéis meter la bandeja. En unos 15 minutos deberían estar hechas…  Pero lo mejor es que no las perdáis de vista, por lo menos las primeras veces hasta que le hayáis cogido el punto… Bueno, es que a mi me sigue resultando muy excitante ver cómo suben los copetes (soy así). Pasado el tiempo que os digo veréis que se empiezan a poner doraditas… ante la duda, la famosa prueba del palillo.

Cuando las saquéis, mejor que las pongáis en una rejilla para que se enfríen.

Y ya está. No tiene más ciencia. Una vez llegados a este punto solo queda disfrutarlas, solos, en compañía… ahí cada cual que decida.IMG_9357

Como veréis es una receta muy sencilla de las madalenas de toda la vida. Evidentemente, se pueden hacer variaciones: añadir perlitas de chocolate, cambiar la ralladura de limón y canela por ralladura de naranja y jenjibre, bañarlas en chocolate y espolvorear almendras por encima… Tenéis vía libre totalmente. Eso sí, allá cada cual con lo que quiera innovar, no me hago responsable.

Y aquí tenéis los trucos o consejos, como queráis llamarlos:

  • Enfriad la masa. Entiendo que esteis ansiosos por ver surgir vuestros copetes en el horno, pero una hora no es tanto y hay diferencia, en serio.
  • Usad cápsulas de silicona. Es decir, una cápsula de papel dentro de un
    a de silicona ¿me explico? La de silicona hace de barrera de contención y la masa no se desparramará.
  • El horno, ese gran desconocido. Después de probar y probar, he llegado a la conclusión de que la posición idónea es calor arriba y abajo. Ojo, sin ventilador, porque después de varias pruebas me he dado cuenta que con el aire no crecen de manera homogénea, sino que van cogiendo formas amorfas… palabrita.

Como podéis ver, el ingrediente sorpresa (el resto, evidentemente, NO) es simplemente una sugerencia, porque también podéis omitirlo… y es que quizá seáis de los que preferís el silencio sepulcral a la hora de liaros en la cocina. Nada, cada cual a su gusto y libre albedrío, faltaría más. Seguramente pensaréis que le iba mejor a la receta otra banda sonora… como por ejemplo «Con las manos en la masa» de Gloria Van Aerssen, a dúo con Joaquín Sabina, pero no. La canción de las madalenas es ésta, porque sí, porque desde que las descubrí, no puedo vivir sin ellas.

Y creo que hasta aquí llegan mis conocimientos madaleniles. Y sí, yo a las magdalenas les llamo madalenas. Soy así.

 

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