TARTA «ORGÁSMICA» DE QUESO MASCARPONE

No os podéis hacer una idea del orgullo y satisfacción que me invade las entrañas cada vez que recibo vuestras fotos madaleneras. Por favor, os lo pido de corazón, seguid horneando… ¡llenemos el mundo de copetes madaleniles! Estoy convencida de que el mundo será un lugar mucho más feliz y locuelo cuantas más madalenas pululen por ahí.

A ver, antes de seguir con el tema de hoy, otra anotación (al final se va a convertir en costumbre). Resulta que me había propuesto que este rinconcito fuera, en principio, de dulcerías pero es que me estáis pidiendo por activa y por pasiva que incluya alguna de mis recetas saladas. Y yo, que me debo a mis feligreses, os diré que sí, que vale, incluiré un apartado de deslices salados. Si es que me ponéis esos ojitos de cordero degollado y cómo os voy a decir que no… Eso sí os digo, id pidiéndome en comentarios qué recetas queréis, porque por aquí no decís ni mú y en instagram me avasalláis (que  por otro lado, me encanta, que conste en acta).

En esta ocasión he vuelto a dudar sobre qué receta compartir con vosotros. Seguís suplicándome la receta de los bollos de mantequilla (totalmente entendible, por otro lado) pero ya que esta semana pasada he hecho esta tarta, no una sino dos veces, creo que le tocaba hacerse famosa a ella: mi querida y amada tarta «orgásmica» de queso mascarpone.

Porque lo reconozco, tengo un problema con el queso. Antes pensaba que quizás en otra vida fui algún tipo de roedor y que me había quedado esa manía. Porque lo mío, de verdad os digo, es digno de estudio. Pero resulta, que justamente hace unos días, me he enterado de que el queso crea adicción. Sí, señoras y señores, «el queso posee una proteína llamada caseína que, cuando se digiere, genera unos opiáceos llamados casomorfinas. Las casomorfinas interactúan con los receptores de dopamina de nuestro cerebro y generan esta adicción.» ¡Tócate los pies! (que también huelen a queso, valga la redundancia). Total, que me declaro adicta a esta droga láctea. Adicta y gilipollas. Y es que aquí la servidora tiene una lista de alimentos que le provocan migraña y… ¡oh, sí! el queso está en el top ten de alimentos potencialmente migrañeros. Pero me la sopla, mi adicción a este lácteo es superior a mi. Cuanto más fuerte sea el queso mejor (que pique, ¡con alegría!). La semana pasada hice mi famosa lasaña de calabaza con almendras (que sí, que subiré esta semana la receta) y queso azul. Para verme, porque me sobraba queso y, evidentemente, no iba a guardarlo… a ver si al final se iba a olvidar en el  fondo de la nevera y menuda disgusto. Mucho mejor metérmelo entre pecho y espalda, así, a pelo, ¡anda que no!. Vamos que después de meterme semejante ingesta de queso azul estaba lista para un beso de película de esos. No me digáis que no es apetecible un beso quesil… no llega al nivel de un beso de ajo pero… también tiene su punto.

Venga, al lío, que ya es hora. Los ingredientes que vamos a necesitar en esta ocasión son :

  • 1 tarrina de queso de untar
  • 1 tarrina de queso Mascarpone
  • 200 ml de nata
  • 150 g de azúcar
  • 3 huevos
  • 1 vaso de leche
  • 1 cucharada de maizena
  • Ralladura de limón
  • Galletas para la base
  • Mantequilla para la base
  • Mermelada de frutos rojos
  • «Enamorada» de Pedrina y Rio

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Esta receta es súper fácil de hacer así que no tenéis ninguna excusa para no poneros manos a la obra.

Lo primero que tenemos que hacer es machacar las galletas y mezclarlo con mantequilla derretida hasta tener una pasta. Cubrimos con ella la base de un molde desmontable y aplastamos con una cuchara, o con la mano directamente, hasta que quede una capa uniforme. Metemos al horno a unos 160 grados durante diez minutos. Pasado este tiempo sacamos y dejamos que se enfríe.

En un bol batimos el resto de ingredientes con una batidora y lo echamos sobre la base de galletas. Lo metemos al horno a 180 grados durante unos 45 minutos hasta que la mezcla quede cuajada. Como siempre, comprobamos con la punta de un cuchillo. Si sale limpio ya está lista. Solo queda esperar a que se enfríe para desmoldar ¡y a gozar!.

Yo le suelo poner un poco de mermelada de frutos rojos por encima, pero eso a gusto del consumidor. Sin nada por encima queda espectacular también.

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Anotaciones:

  • El tema de la cantidad de galletas para la base lo iréis viendo según vayáis haciendo. Yo no suelo utilizar un tubo de galletas entero. Siempre dejo unas pocas… pero ya os digo que es para gustos, si os gusta más capa de base o menos.
  • Esperad a que se enfríe la base de galletas y mantequilla porque si no al echar la mezcla del resto de ingredientes se os puede deshacer y subir arriba. Os lo digo porque hablo con conocimiento de causa y acabáis con una tarta invertida de queso, que también tiene su punto, pero no es lo que buscamos con esta receta.
  • Usad un buen molde desmontable.
  • La receta lleva tres huevos aunque en la foto veáis cuatro. He añadido un huevo más porque los huevos de nuestras gallinas no son demasiado grandes pero vosotros seguid la receta tal cual os la pongo.
  • Sí, es evidente, no llegué a afotar la tarta entera. Imposible… demasiado irresistible.

El ingrediente especial tenía que ser éste sí o sí porque esta receta me tiene «enamorada». Literal. Si os animáis a hacerla, me entenderéis.

 

 

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