De verdad, cómo me gusta que os animéis con las recetas, aunque os dejéis algún ingrediente en el tintero y os olvidéis de que no habéis sacado la tarta (no miro a nadie…). En serio, seguid contándome cuando horneáis porque muero de la emoción.
Y hablando de emoción… qué gran noche la del viernes. Eva, mil gracias de nuevo por la invitación. Porque, que te invite una amiga a un festival de cine y cortometrajes para participar en una coreografía, no tiene precio. Y nosotras pensando que iba a ser nuestro gran salto a la fama… pero qué ingenuas somos. Todo el día con los nervios en el estómago y llegas allí y la primera en la frente: ni chus donde se supone que debería estar todo el mundo a la hora indicada ¿cámara oculta?. Cara de gilipollas es lo que había… para vernos. Y encima lloviendo. Pero bueno, que solo había habido un error y finalmente encontramos al resto del cuerpo de baile. Toda la gala esperando que llegara nuestro momento estelar (con esa risa floja característica de los nervios) infiltradas entre el público y cuando ya, por fin, nos dan la señal para bailar… ¡se levanta todo el mundo! ¿¡Pero que me estás contando!? No dábamos crédito… qué manera de hacernos sombra, de verdad. Traumatizadas quedamos de no poder exhibir nuestras dotes artísticas. Eso sí, disfrutamos de unos cortos maravillosos… entretenidos a más no poder… un sonido, un color, unas risas… Nos fugamos antes de que acabara. No digo más. Y es aquí donde llega el clímax de la noche. Porque sí, señoras y señores, voy a hacer una confesión: no éramos capaces de encontrar la calle donde íbamos a tomarnos unas cervezas. Esa calle que tienes más que trillada, que te sabes de memoria hasta sus adoquines porque te la has bebido de arriba a abajo en tus buenos años. Oigan, que nada, que no aparecía, que no había manera de ubicarnos. Sería que estábamos cegadas por la fama o no sé (porque de alcohol, aún nada) y… sí, redoble de tambores por favor… ¡¡¡tuvimos que hacer uso de google maps!!! qué triste por favorrrrr. Pero llegamos, que es lo que cuenta. Y entonces, de repente allí estábamos nosotras, en un bar donde todo el mundo comía el plato estrella, que son los champis, mientras una pareja de japoneses nos grababa con el móvil. Si al final vamos a ser famosas y todo. De verdad, qué gran noche, cómo me pude reir. Si es que unas cervezas en buena compañía es lo mejor del mundo mundial. Oye, el año que viene me avisas de nuevo y volvemos a intentar nuestro salto a la fama. ¡Que tiemble Broadway!
Y hablando de fama… hoy os traigo la receta » definitiva» de galletas de mantequilla que os hará triunfar. Y si no lo creéis, ya estáis yendo a la cocina.
Los ingredientes que vamos a necesitar, para unas 30 galletas, son:
- 200g de mantequilla en pomada
- 75g de azúcar
- 25 g de huevo entero
- 300g de harina de repostería
- una pizca de sal
- «Tu falta de querer» de Mon Laferte
Lo primero que tenemos que hacer es trabajar la mantequilla en pomada con el azúcar hasta que obtengamos una mezcla homogénea. No os quejéis que viene genial para tener los brazos en forma. Además, siempre tenéis la opción de los cobardes… ya sabéis, las varillas eléctricas.
A esta mezcla añadimos el huevo y a continuación incorporamos la harina y la pizca de sal. Seguimos removiendo hasta que esté todo bien integrado, sin grumos.
Y ya está. Ya tenemos la masa lista. No me digáis que no es fácil el asunto. Lo que suelo hacer ahora es tapar la masa con papel film en ese mismo bol y la meto en la nevera hasta que enfríe y tenga una consistencia dura. Como mínimo diría que una hora.
Bueno, cuando esté fría ya la masa, o cuando sientas que es el momento de venirte arriba cortando galletas, espolvorea la superficie donde vayas a trabajar con un poco de harina. Con un rodillo tienes que ir aplanando la masa hasta que tenga un grosor de medio centímetro más o menos. Si ves que se te pega la masa a la superficie de trabajo vete añadiendo un poco de harina.
Cuando tenga la consistencia adecuada viene lo divertido. Venga, ¡a cortar las galletas! yo es que aquí me la gozo, de verdad. Según las vayamos cortando las vamos poniendo en la bandeja de horno, donde previamente habremos puesto un papel sulfurizado (el típico papel de horno) para que no se peguen. Dejamos una separación entre ellas.
Metemos las galletas en el horno, que lo habremos precalentado a 180 grados previamente. Según las tengamos dentro, bajamos la temperatura a 170 grados y las horneamos durante unos 20 minutos, hasta que veamos que están doraditas (notaréis además que la cocina huele que alimenta). Las sacamos y las ponemos en una en una rejilla para enfriarlas.
Yo para decorarlas no me suelo complicar la existencia. Derrito un poco de chocolate negro para repostería con un un poco de mantequilla y las pinto por encima. Una pizca de almendras y quedan de escándalo.
Os dejo saboreando el ingrediente especial. Y es que una vez que probéis estas galletas… no podréis dejar de quererlas. Palabrita…
Ahora mismo me comía un par con el cafelito 🙂 Y quien dice “un par” dice 6 o 8 fácilmente! 😉 jajaja
Esta receta la tengo que probar con mis sobris!!!
Beso, Madi
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Pues ya sabes… ¡A ponerse al lío! Jajaja. ¡Un besazo, guapa!
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Ajajajajjajaaj de verdad porque no somos amigas???? Jajajajajajajaja lo mejor de la vida son las noches raras y llenas de risas y que te graven unos japos no tiene precio. Las galletas icas. Besis de Lauri una pamplonesa en la cocina
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Únete al club… jajajaja.
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